La hipertensión pulmonar y la insuficiencia cardíaca que no hay que dejar pasar
Es uno de los signos de alarma de dos problemas que pueden estar estrechamente relacionados.Por qué se producen, cómo se vinculan y se tratan.
La falta de aire es un síntoma inespecífico. Si uno transgrede la recomendación médica de no googlear y busca -con mezcla de ansiedad y temor- a qué puede deberse, encontrará una larga lista de causas divididas, por lo general, en grandes grupos: problemas pulmonares, de las vías respiratorias, cardíacos y otros (alergias, ataque de pánico, por ejemplo). Sea cual sea el origen, es un síntoma que no hay que normalizar.
«Si hay falta de aire al hacer tareas que antes no provocaban dificultad, hay que consultar», advierte a Clarín Eduardo Perna, médico cardiólogo especialista en insufiencia cardíaca (IC) e hipertensión pulmonar (HP), precisamente dos de las principales afecciones que pueden provocar disnea, y que están estrechamente relacionadas.
«La hipertensión pulmonar es un problema crónico que tiene síntomas muy parecidos a la insuficiencia cardíaca. El principal es la falta de aire. Los pacientes ven limitaciones en la posibilidad de hacer actividades intensas y, progresivamente, se les van dificultando también las de menor intensidad, les cuesta respirar al subir una escalera, hacer la cama, bañarse, atarse los cordones. Es un síntoma común a las dos entidades», explica Perna.
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En muchos casos esas dos entidades de las que habla Perna están relacionadas. De hecho, la enfermedad cardíaca es la causa más frecuente de hipertensión pulmonar. «Más de la mitad de los pacientes con insuficiencia cardíaca tienen hipertensión pulmonar», precisó el ex presidente de la Federación Argentina de Cardiología (FAC).
Un círculo vicioso
La hipertensión pulmonar (HP) es el aumento de la presión en las arterias de los pulmones. «Es una condición transversal a muchas situaciones. Las dos causas más comunes son la cardíaca, por eso nos ocupamos los cardiólogos y, en segundo lugar, la enfermedad pulmonar, de la que se encargan los neumonólogos, con quienes solemos trabajar en conjunto«, comentó el jefe de la División de Insuficiencia Cardíaca e Hipertensión Pulmonar del Instituto de Cardiología de Corrientes.
La hipertensión arterial pulmonar (HAP), en cambio, es poco frecuente, y puede aparecer asociada a enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoidea o la esclerodermia, por lo que esos casos también pueden ser abordados por reumatólogos, especificó. Y añadió que hay otro «grupo de pacientes muy especial» en los que no se encuentra la causa (hipertensión pulmonar idiopática), «que tiene un tratamiento muy particular y necesita de especialistas en el tema para su manejo».
Hipertensión pulmonar e insuficiencia cardíaca
¿Por qué la insuficiencia cardíaca puede ser la causa de ese aumento de la presión en la presión de las arterias? La razón es que cuando el corazón se debilita o se vuelve rígido (las dos formas que puede adquirir la IC), la presión que se acumula en sus cavidades izquierdas se transmite hacia los pulmones, elevando la presión en los vasos pulmonares.
Cuando el origen de la hipertensión pulmonar es cardíaco, el tratamiento está dirigido a la enfermedad de base, es decir a la insuficiencia cardíaca. «Por eso es fundamental primero diagnosticar la causa, que es lo que permite definir el tratamiento», afirmó Perna.
Cuando el corazón no bombea bien
La insuficiencia cardíaca afecta entre el 1 y el 2% de la población argentina, lo que equivale a alrededor de un millón de personas. Uno de cada cuatro adultos puede desarrollarla en algún momento de su vida. Su prevalencia aumenta con la edad: se estima que afecta a uno de cada 10 a partir de los 70 y es una de las principales causas de hospitalización en mayores de 65 años.
Hay dos tipos de insuficiencia cardíaca bien diferenciados. «La mitad de los pacientes tienen lo que se conoce como corazón dilatado. Es decir, el corazón cuando aumenta de tamaño y funciona de menos. El nombre técnico es insuficiencia cardíaca con fracción de eyección reducida, que es más común entre personas más jóvenes, más frecuente en hombres. El otro es tipo es todo lo contrario, no es un corazón grande, sino chico y rígido, con la fracción de eyección preservada. En este grupo predominan las mujeres mayores, muchas veces con diabetes, obesidad o hipertensión. Son dos grupos con características diferentes», planteó Perna.
En el primer grupo, el tratamiento basado en cuatro fármacos fundamentales (a las que se denominó como «cuatro fantásticos») cambió el pronóstico de la enfermedad: «reducen hasta un 75% el riesgo de muerte».
«Hasta hace poco, sólo teníamos los cuatro pilares para el grupo de corazón grande, pero no teníamos un tratamiento que tuviera fuerte evidencia de beneficio para el grupo con fracción de eyección preservada, algo que cambió en los últimos tres a cuatro años, con avances que permitieron sumar opciones eficaces, incluidas drogas para bajar de peso que también mejoran la función cardíaca.»
Pero el tratamiento farmacológico representa solo una parte del abordaje. El cardiólogo remarca la importancia de los hábitos saludables: no fumar, evitar el exceso de alcohol, mantener una alimentación equilibrada y hacer actividad física regular: «Eso es parte fundamental del manejo de todos los pacientes, de los más y menos severos. Y también es clave en prevención».
«Independiente de la gravedad, siempre tratamos que el paciente haga una actividad física regular. No tiene que ser una actividad siempre en el gimnasio, es ideal si lo puede hacer, pero al menos caminar 30 minutos diarios, cinco veces por semana, es el mínimo que uno trata de mantener en los pacientes. Y además tonificar un poco la parte muscular. Es importante que esto lo hagan con control porque son pacientes que a veces tienen limitación para el esfuerzo«, aclaró.
Y concluyó: «Lo que intentamos transmitir es que la gente esté alerta a lo síntomas de alarma, que no normalice que tiene falta de aire porque es mayor o tiene exceso de peso. Siempre hay que consultar».
Fuente: Clarin.