Estimular el nervio vago podría ayudar a estar mejor
El nervio más largo del cuerpo es el foco del último libro del español Antonio Valenzuela. Conecta el cerebro con órganos vitales como el corazón, los pulmones y el intestino.
Regula la frecuencia cardíaca, la digestión, el sistema inmune y la respuesta al estrés. Es el nervio más largo del cuerpo. Constituye una de las más importantes vías de comunicación entre el cuerpo y el cerebro (lo conecta con el corazón, los pulmones y el intestino). Si escuchaste hablar de él y existía alguna duda de por qué deberíamos prestarle atención al nervio vago, queda saldada.
Es que, en definitiva, la función que el nervio vago tiene en nuestra salud y bienestar, parece determinante. Así lo explica a Clarín Antonio Valenzuela, fisioterapeuta, máster en Psiconeuroinmunología Clínica, docente y divulgador, en su nuevo libro “Estimula tu nervio vago” (que aún no se editó en el país).
Sin embargo, su importancia no se limita al plano fisiológico: “el vago también es un canal de conexión emocional y relacional. Interviene en cómo respiramos, cómo nos sentimos y cómo nos vinculamos con los demás. Hoy sabemos que un tono vagal elevado está asociado a mayor resiliencia, regulación emocional, claridad mental y bienestar general”, dice.
Nervio vago: qué es
El sistema nervioso autónomo, que controla las acciones involuntarias en nuestro cuerpo, se divide en el simpático (que despierta la respuesta de lucha e huída), y el parasimpático, aquel que induce, entre otras, cosas a la relajación.
El nervio vago “es el principal nervio del sistema parasimpático, ese que nos permite descansar, digerir, reparar y sentirnos seguros”, destaca Valenzuela.
Estudioso del rol de las mitocondrias en el organismo -es también autor de “Activa tus mitocondrias (Planeta)- , explica que un factor común que notaba en sus pacientes lo llevó a preguntarse por el nervio vago.
“Empecé a observar a muchos pacientes que vivían en un estado de tensión muscular y mental constante: siempre en alerta, siempre en modo supervivencia. Aunque se alimentaran bien o entrenaran, algo más profundo seguía bloqueado”, plantea.
Y añade: “Fue entonces cuando comprendí que la raíz, muchas veces, no estaba en lo que hacían, sino en el estado en el que vivían. Descubrir el papel del nervio vago me ayudó a entender que para sanar no basta con actuar: hay que bajar el volumen del estrés crónico, reeducar al sistema nervioso y devolverle al cuerpo la posibilidad de sentirse seguro”, proclama.
Salir del modo alerta
Muchas de las recomendaciones que se brindan para estimular el nervio vago, no distan mucho de aquellas que se suelen dar desde la Medicina del Estilo de vida para preservar la salud y prevenir enfermedades. Comer bien, hacer ejercicio, un buen descanso, moderación del estrés y del alcohol, prohibición del tabaco y vínculos sanos.
En el libro de Valenzuela, sin embargo, se mencionan cuestiones importantes en una instancia posterior, es decir una vez que estos hábitos están afianzados: los efectos beneficiosos de la música, del yoga, de pasar más tiempo en la naturaleza, del ayuno intermitente, determinadas técnicas de respiración y hasta se habla de los beneficios de técnicas horméticas de inmersión.
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¿Qué aporta el enfoque vinculado al nervio vago? “Una capa más profunda y necesaria: la regulación del sistema nervioso”, sostiene el especialista.
Y esto es, según su perspectiva, porque no sólo importa lo que hacemos, sino “desde dónde lo hacemos”.
«Llevamos décadas repitiendo los grandes mandamientos de la vida saludable: duerme bien, come mejor, muévete, gestiona el estrés, evita el tabaco y rodeate de gente que sume en tu vida. Todo muy sensato. Pero si fuera tan fácil, viviríamos en un mundo lleno de seres radiantes, descansados y en paz. La triste verdad es que cada vez más personas se sienten agotadas, inflamadas, ansiosas o desconectadas», plantea.
Y suma, en esta dirección: «Podemos comer kale y hacer yoga, pero si lo hacemos en modo supervivencia, con el cuerpo tenso, la mente acelerada y el sistema en alerta; los beneficios se diluyen. Podemos intentar dormir, pero si el sistema nervioso no se siente seguro, no hay descanso reparador”, explica.
En este sentido, estimular el nervio vago nos ayudaría a salir del modo simpático, es decir, de lucha, huida o hiperactividad; y entrar en un estado “de calma biológica”, desde el cual el cuerpo puede reparar, conectar y recuperar su equilibrio.
“La salud no es solo una lista de cosas que hay que hacer, sino el estado interno desde el que las hacemos”, refuerza.
Cómo estimular el nervio vago
“Estimular el nervio vago no se trata solo de aplicar estrategias, sino de cambiar el lugar desde el que vivimos. Y ese lugar empieza en la interpretación. En cómo leemos el mundo y cómo nos leemos a nosotros mismos”, dice.
Por eso, propone comenzar, por ejemplo, implementando cambios en el modo de respirar. “Respirar por la nariz, con el abdomen, alargando la exhalación, es una forma directa de activar el nervio vago. Cuando la respiración se calma, el sistema nervioso también lo hace”, propone.
Y continúa: “Con la calma que aporta la respiración, invitaría a nuestro querido lector a seguir el precepto del Oráculo de Delfos: ´conócete a ti mismo´. Que invierta tiempo y energía en reflexionar sobre lo que suma y lo que resta en su vida”, propone.
Luego, recomienda aquellas técnicas, basadas en movimiento, vibración y consciencia. “Vienen después. Cantar, tararear, reír, recitar. Un abrazo largo, una conversación real, una mano sobre el hombro. Caminar, estirarse, bailar o practicar yoga sin presión. Son gestos sencillos, humanos, profundamente vagales”, pondera.
Algunas consejos finales hacia el bienestar
- En lo referente al movimiento: “No eres una estatua. No te mueves para verte bien, sino para sentirte bien. Hemos confundido el ejercicio con una penitencia para redimir excesos, cuando en realidad debería ser un ritual de conexión con nuestro cuerpo. ¿Ves el ejercicio como un premio o como un castigo?”, insta a preguntarse.
- En cuanto al descanso: “¿lo ves como una pérdida de tiempo o cómo una necesidad? No podemos caer en el error de confundir productividad con autoexplotación”, analiza.
- Alimentación: “Los vacíos del ser no se llenan con comida. Comer puede ser un acto de nutrición o de evasión. ¿Te alimentas para nutrir tu cuerpo o para acallar a tu mente?”, plantea.
- Estrés: “Muchas personas recurren a fármacos para calmar sus nervios, cuando en realidad, más que pastillas, lo que necesitan es tomar decisiones. ¿Qué hay en tu vida que te saca de tu centro? ¿Tiene solución? De ser así, ¿qué estás haciendo para solucionarlo? ¿Has pedido ayuda? Y si no tiene arreglo ¿qué estás haciendo para mitigarlo?”, apunta.
- Vínculos: “Hablando de pedir ayuda, se dice que somos la media de las cinco personas con las que más tiempo pasamos. ¿Has elegido tú a esas personas, o la vida te las ha impuesto? ¿Tienes una tribu donde sentirte seguro y salvo? Y si no la tienes, ¿qué está pasando para no tenerla?
“A veces creemos que estamos solos, pero lo que ocurre es que no nos hemos atrevido a abrirnos. Recuerda: muchas veces recibimos aquello que proyectamos”, cierra.