Psicofármacos: riesgos del uso prolongado
Los psicofármacos -antidepresivos, ansiolíticos, antipsicóticos, estabilizadores del ánimo o hipnóticos- transformaron el tratamiento de los trastornos mentales, mejorando la calidad de vida de millones de personas.
Sin embargo, se plantea el dilema respecto hasta qué punto los beneficios sostenidos compensan los riesgos que pueden derivarse de su uso prolongado.
Los beneficios son evidentes en el tratamiento de cuadros depresivos, bipolares o psicóticos graves al estabilizar el funcionamiento psíquico y prevenir recaídas.
Un ejemplo son los antidepresivos, que no solo mejoran el sufrimiento anímico sino, también, reducen el riesgo de recaídas que, de otro modo, podrían ser inevitables.
En los pacientes con esquizofrenia o trastorno bipolar, los antipsicóticos y los estabilizadores del ánimo son esenciales para mantener la estabilidad emocional, reducir el riesgo de hospitalizaciones y mejorar la integración social.
Estudios demuestran que los tratamientos prolongados reducen la tasa de recaídas y que la suspensión precoz de la medicación multiplica el riesgo de descompensaciones.
En el ámbito de la ansiedad generalizada, los inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina (ISRS) han reemplazado en buena medida a las benzodiazepinas por ofrecer un riesgo de dependencia mucho menor.
Su uso prolongado permite sostener una mejor calidad de vida. Los psicofármacos, en general, inducen adaptaciones cerebrales beneficiosas al regular la neuroquímica cerebral, reducir la conectividad de redes neuronales relacionadas con la ansiedad o la rumiación.
El otro lado de la balanza están los riesgos del uso prolongado. Y no se trata solo de los efectos adversos inmediatos, sino de los cambios metabólicos, neurológicos o psicológicos que pueden aparecer.
Los ansiolíticos (benzodiacepinas) aunque útiles en crisis agudas de ansiedad o insomnio, son un ejemplo paradigmático: su uso prolongado puede generar tolerancia, dependencia física y síndrome de abstinencia al suspenderlas. Además, se asocian con deterioro cognitivo o mayor riesgo de caídas en las personas mayores.
Los antipsicóticos actuales pueden producir aumento de peso, incremento de las grasas en sangre, mayor resistencia a la insulina o síndrome metabólico -acrecienta el riesgo cardiovascular– por lo que el control médico resulta clave.
Los antidepresivos, en general, son bien tolerados, pero su uso prolongado también plantea interrogantes. Se ha observado que el mantenimiento durante años puede reducir la sensibilidad del cerebro a la serotonina endógena, lo que dificulta la retirada del medicamento y puede generar un “síndrome de discontinuación”.
Los estabilizadores del ánimo, como el litio, requieren especial vigilancia. Aunque son muy eficaces en la prevención de recaídas bipolares, pueden afectar la función de la tiroides o de los riñones si no se controlan sus niveles en sangre, razón por la cual el control periódico y los análisis de laboratorio son parte esencial del tratamiento.
La clave no está entonces en idealizar ni demonizar a los psicofármacos, sino en utilizarlos de forma racional, individualizada y supervisada. La terapia psicológica es clave para reducir dosis o, incluso, suspender la medicación sin recaídas al fortalecer los recursos internos del paciente.
Fuente: https://www.clarin.com/viva/psicofarmacos-beneficios-riesgos-uso-prolongado_0_0W6ov7BBBR.html