Es frecuente asociar la anemia a la falta de hierro, pero esta enfermedad hematológica puede tener muchas otras causas. Conocerlas es fundamental para orientar tanto el tratamiento como la prevención.

La anemia es el déficit de una proteína, la hemoglobina, que se encuentra en los glóbulos rojos de la sangre y se encarga de llevar el oxígeno hasta los tejidos, de los que recoge el dióxido de carbono para llevarlo hasta los pulmones y eliminarlo. Se considera que las mujeres con una hemoglobina por debajo de 12 gramos por decilitro y los hombres con cifras inferiores a 13-13,5 gramos por decilitro tienen anemia. La falta de hierro es la causa más frecuente de esta patología, pero no la única. Por eso, la suplementación con este mineral no es el único tratamiento posible.

Conocer la causa exacta es esencial para prevenir y tratar la anemia de forma adecuada. De hecho, en algunos casos es debida a otro problema, que puede ser incluso más grave. Si es así, cuando se elimina la enfermedad subyacente aumentan también los niveles de hemoglobina.

Orígenes más frecuentes de la anemia

Estas son algunas de las causas más habituales de la anemia, que puede producirse tanto por la disminución de la hemoglobina como por la reducción o la existencia de anomalías en las células que contienen esta proteína: los glóbulos rojos.

Déficit de hierro, ácido fólico o vitamina B12

“La anemia por falta de hierro o ferropénica es de tipo carencial”, apunta Fiorella Medina, miembro del Grupo Español de Eritropatología de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) y hematóloga del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid. Pero la hemoglobina no solo precisa una cantidad adecuada de hierro, sino también otros nutrientes. Así, otras anemias carenciales son debidas al déficit de vitamina B12 o de ácido fólico, que según la experta “pueden aparecer porque no hay un aporte suficiente de estas vitaminas a través de la alimentación o porque no se absorben de manera adecuada en el tubo digestivo”.

La especialista en medicina interna Pilar Cubo, coordinadora del Grupo de Trabajo de Paciente Pluripatológico y Edad Avanzada de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), señala que la anemia por déficit de ácido fólico, que está presente en las legumbres y las verduras de hoja verde, se produce “con mucha frecuencia en las personas mayores por los cambios que hacen en la alimentación”. Un menor apetito, la pérdida de piezas dentales, la aparición de estreñimiento, la reducción de agua corporal y la peor absorción de los nutrientes son algunos de los factores que pueden estar detrás de esa deficiencia de ácido fólico en la tercera edad.

La vitamina B12 está sobre todo en los alimentos cárnicos y por eso es uno de los déficit que pueden tener los veganos, que tienen que controlar sus niveles de este nutriente y tomar suplementos. Al igual que sucede en el caso del ácido fólico, también puede darse una deficiencia de esta vitamina en personas que, a pesar de ingerir alimentos ricos en ella, padecen algún problema que limita su absorción.

Anemia secundaria a enfermedades crónicas

Algunas anemias se asocian a procesos crónicos como la insuficiencia cardiacaenfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)enfermedad renal crónica o artritis reumatoide. En estos casos, resalta Medina, “puede ser que haya una cantidad suficiente de hierro almacenada en el cuerpo, pero no puede ser bien utilizado para la fabricación de glóbulos rojos y el resultado es la anemia”.

Anemias hemolíticas

Algunos tipos de anemia se producen porque los glóbulos rojos o hematíes son destruidos dentro del organismo, debido a alteraciones en la estructura de esas células o por causas externas. “Este tipo de anemia puede ser de origen congénito, como las talasemias o las anemias de células falciformes, o adquirido, como las anemias hemolíticas autoinmunes, en las que hay mediación de anticuerpos que destruyen los hematíes”, indica Medina.

Anemias aplásicas

Algunas enfermedades dan lugar a lo que se conoce como anemia aplásica. En estos pacientes, el daño se produce en las células madre de la médula ósea, que son las que se encargan de generar toda la línea de células sanguíneas, entre las que se encuentran los glóbulos rojos. Pueden estar causadas por enfermedades oncohematológicas, como los síndromes mielodisplásicos. Este déficit de glóbulos rojos funcionales también puede estar producido por problemas de tipo inmunitario o infecciones virales, entre otros orígenes.

Por otro lado, muchos pacientes oncológicos desarrollan una anemia debido a los tratamientos que se emplean para tratar el cáncer.

Signos de alarma de la anemia: ¿son distintos según la causa?

Los síntomas que alertan de la presencia de una anemia dependen, fundamentalmente, de la rapidez con la que se desencadene esta enfermedad. En otras palabras: la intensidad de los signos de alarma será mayor cuando el descenso de los niveles de hemoglobina, que se miden mediante un simple análisis de sangre, se produzca de forma brusca. En cambio, cuando la reducción es progresiva, buena parte de los pacientes no notan grandes cambios. En palabras de Medina, “la mayoría de las anemias de instauración lenta producen pocos síntomas porque el organismo tiene mecanismos compensatorios que permiten tolerar cifras de hemoglobina bajas”.

Los síntomas más típicos de la anemia, que son más evidentes cuando se desarrollan de forma rápida, son cansancio, fatiga, debilidad, palidez y palpitaciones, entre otros.

Hay casos en los que sí influye la causa en los síntomas. “En las personas que tienen enfermedades crónicas, puede precipitar o empeorar algunos síntomas que ya tenían”, asevera Cubo. Por ejemplo, en los pacientes con insuficiencia cardiaca, “empeora el síntoma fundamental de la enfermedad, que es la fatiga”. Asimismo, “en los individuos con cardiopatía isquémica, si bajan mucho los niveles de hemoglobina se puede desencadenar una angina de pecho”. Del mismo modo, “un paciente con EPOC también tendrá más fatiga, además de más cansancio”.

Prevención y tratamiento de la anemia

Para lo que resulta totalmente decisivo conocer la causa es para la prevención y, sobre todo, el tratamiento. En términos generales, las anemias que son carenciales -por falta de hierro, del ácido fólico o vitamina B12- se previenen con una buena alimentación y se tratan aportando el mineral o la vitamina deficiente. En el resto de anemias, el tratamiento de la causa suele ser la forma más eficaz de atajar el problema.

Por ejemplo, en el caso de las anemias debidas a problemas autoinmunes, suele ser necesario dar fármacos que inhiban el propio sistema inmunitario para evitar que destruya los glóbulos rojos. 

En anemias asociadas a la insuficiencia renal crónica, la administración de eritropoyetina (EPO) es con frecuencia el mejor tratamiento. Esta sustancia, que es sintetizada por los riñones, favorece que se generen más glóbulos rojos en el riñón. Como estos pacientes tienen una mala función renal, no generan la EPO que es necesaria para producir la hemoglobina, lo que hace necesario que se la administren de forma subcutánea; generalmente, primero se la inyectan de forma semanal y, posteriormente, cada mes.

En los casos más graves, especialmente en las anemias de rápida instauración, el tratamiento de urgencia es la transfusión de sangre. Se trata de la última opción; los especialistas prefieren recurrir antes a otras alternativas menos drásticas.

La función de los glóbulos rojos es esencial y su ausencia puede tener consecuencias muy graves, incluso mortales. Por eso, las especialistas insisten en un adecuado diagnóstico y tratamiento de las anemias.

Fuente: https://cuidateplus.marca.com/bienestar/2022/04/07/causas-anemia-mas-alla-falta-hierro-179689.html