Maltrato a hijos para dañar a las madres

Se presentó en la Cámara de Diputados un proyecto que incorpora la violencia vicaria a la ley de Violencia por Motivos de Género y busca visibilizar por primera vez esa práctica que se ejerce cuando el agresor desplaza sus actos contra los hijos para hacerle daño a la mujer. Al respecto opinó para Télam la autora de la iniciativa, la diputada nacional del Frente de Todos, Mónica Macha, presidenta de la comisión de Mujer y Diversidad de la Cámara baja.

POR MÓNICA MACHA

Foto Alejandro Santa Cruz

La violencia nunca adopta una única forma. No solo porque sus efectos sean múltiples o porque muchas veces se den de manera encadenada, sino porque en determinadas situaciones de violencia, en ciertos contextos de violencia por motivos de género, el agresor desplaza sus actos en distintas personas u objetos en busca de un mismo objetivo: el daño a la mujer o identidad feminizada.

¿Cuántas veces escuchamos amenazas del estilo «voy a darte en donde más te duele»? Muchísimas. Conocemos testimonios de toda clase en los que se evidencia que el agresor utiliza distintas estrategias para violentar y quebrar a la mujer. La más habitual y la más cruel es con los hijos e hijas. Descuidar su alimentación, su higiene, sus medicamentos, incumplir horarios pactados, desatar maltratos físicos y psicológicos, exponerlos a situaciones de inseguridad. En resumen, utilizan a los hijos e hijas como una correa de transmisión hacia las madres. Una situación grave y compleja es el abuso sexual en infancias y adolescencias. El punto irreversible es el homicidio de los niños y niñas.

Este tipo de delitos no son azarosos ni casuales, son un tipo de violencia específica: violencia vicaria. Como decíamos, este fenómeno social procede por desplazamiento. También sabemos que este tipo de hechos se suelen producir cuando el agresor ya no puede mantener un vínculo de forma directa con su pareja o ex pareja. Ya sea a causa de una separación o por acciones legales que impiden el contacto, el varón agresor entonces utiliza otras víctimas con el objetivo de seguir dañando y seguir enviando un mensaje a la madre. Si algo busca esta violencia es doblegar a la mujer, romper su red afectiva y garantizar que no pueda recomponer su proyecto de vida.

Ya sabemos que no hace falta ser físicamente violento con una persona para causarle daño. Sabemos incluso, que ni siquiera es necesario que el agresor y la persona que recibe la agresión estén juntos en el mismo espacio y tiempo. Esto, en los casos de violencia vicaria, hace especialmente compleja la situación. Los hechos contra los hijos suceden en ausencia de la madre, en cierto contexto de desprotección. En los espacios y tiempos en los que el agresor se siente liberado para ejercer su violencia contra los chicxs. Luego aparecen los efectos, a veces con marcas en el cuerpo, a veces con síntomas, a veces desde las palabras y los relatos. Relatos que en muchas oportunidades el poder judicial no quiere escuchar desde una posición patriarcal y como tal adultocéntrica.

Es decir, si en una cronología simple encontramos primero la violencia por motivos de género, después del violencia vicaria y en un tercer momento la violencia institucional al no dar respuesta efectiva a las personas denunciantes, tenemos una secuencia completa de crueldad, sometimiento y disciplinamiento por parte de la lógica patriarcal contra las mujeres.

Creo que debemos considerar la violencia vicaria como una forma de la política machista de domesticar, sancionar y castigar a las mujeres. ¿Cuál es el mensaje? ¿Mejor no denunciar o separarse a un varón violento porque encima puede desatarse o desquitarse con lxs hijxs? El mensaje disciplinador es clarísimo y, lamentablemente, es efectivo. No transformemos a las madres en mártires. Acompañemos su lucha y garanticemos sus derechos.

No nos interesa el punitivismo ni ninguna figura de crueldad. Nosotras no usamos las herramientas del patriarcado en su contra, nosotras inventamos nuestras propias armas en busca de esa igualdad que no haga definitivamente libres.

Fuente: Télam