El control de las emociones
Seguro que en más de una ocasión has intentado mantener una conversación con alguien que no dejaba de interrumpir. Esto, aunque no lo parezca, es más habitual de lo que pensamos. Te explicamos qué escoden este perfil de personas.

Seguro que en más de una ocasión te has encontrado con gente que, consciente o inconscientemente, interrumpe las conservaciones o, igual, eres tú una de estas personas. Hacer esto tiene una explicación y dime mucho de la personalidad de la persona que lo hace.
Como explica a CuídatePlus la doctora Ana Isabel Sanz, psiquiatra especializada en trastornos afectivos, ansiedad, infancia y adolescencia y directora del departamento de Psiquiatría del Centro de Rehabilitación Dionisia Plaza de Madrid, “la base de una buena conversación consiste en mantener un equilibrio entre hablar y escucharse mutuamente. Un principio en apariencia elemental que forma parte de lo que se conocen como habilidades comunicativas y que no todas las personas practican, bien por desconocimiento de las mismas, por dificultades para ejercer el autocontrol, por falta de interés en lo que se trata o por desdén hacia lo que pueda manifestar el interlocutor”.
Esa tendencia persistente a interrumpir antes de tiempo a la persona que está interviniendo es, según la experta, “una característica de un grupo no pequeño de sujetos que no obedece a una sola causa”. Es cierto, señala, “que hay un grupo de individuos que cortan el discurso del interlocutor por falta de respeto, lo que obedece a una actitud despectiva que refleja un sentimiento de superioridad, de detentar el poder o de considerar que el otro es menos por motivos raciales, culturales o de género”.
Por otro lado, como apunta la psiquiatra, también hay sujetos que no dejan terminar de hablar a otros por “problemas de autocontrol de sus emociones e impulsos”, afirma la experta. En este colectivo destacan menores y personas adultas que “se entusiasman en exceso y no son capaces de frenar esa excitación, pero también a sujetos con un funcionamiento cerebral que les dificulta bloquear sus tendencias impulsivas”. Se trata de personas “con otras dificultades conductuales asociadas debidas a ese mismo mecanismo cerebral”, es decir, “son sujetos que entrarían dentro de lo que se conoce como déficit de atención con impulsividad”.
Además, hay otra circunstancia que suele manifestarse por inadecuación en la reciprocidad habla-escucha. Aunque parezca contradictorio, según la experta, “las personas muy tímidas también actúan así en situaciones sociales en las que no son capaces de adaptarse con éxito a esa cadencia de esperar por la elevada ansiedad que les despierta la presencia de otras personas”.

Tipos de personalidades del que interrumpe
En cuanto al tipo de personalidad de las personas que suelen interrumpir en las conversaciones, Sanz recuerda que son muy variados, aunque ella destaca tres:
- Una parte de individuos que interrumpen en exceso por “motivos vinculados a un sentimiento narcisista de superioridad que distorsiona sus interacciones con los demás”.
- En el polo opuesto “encontramos a sujetos que interrumpen por su extrema vivencia de inferioridad e inseguridad en contextos sociales”.
- En un punto intermedio están “las personas excesivamente impulsivas, cuyas interrupciones se vinculan a dificultades de regulación de una faceta de su funcionamiento, el relacionado con las reacciones impulsivas y con la capacidad de atender con eficacia a los estímulos que les rodean”.
Características habituales del que interrumpe
Ante un panorama de personas tan diverso, hay que hablar de perfiles muy variados, entre los que la experta destaca tres: egocéntricos, impulsivos y tímidos. Dicho esto, las características de cada uno son:
- Egocéntricos: suelen ser desconsiderados en general y conducir las conversaciones hacia sus vivencias y puntos de vista por lo que acaban acaparando el foco y a la vez malogrando los encuentros. En los casos en los que la persona que interrumpe es egocéntrica, pueden ocurrir dos cosas, que el que interrumpe lo hace con cierto “encanto” y la conversación sea una representación (más que de una conversación auténtica) o que acaben produciendo rechazo y que los demás se alejen.
- Impulsivos e inatentos: suelen mostrar un deseo de socializar notable pero mal canalizado, por lo que, con frecuencia, recogen frustración y rechazo por parte del contexto, ya que suelen “agotar” y boicotear sin pretenderlo un intercambio fluido. Lo que ponen de manifiesto estas personas “es torpeza pero también aparente desconsideración (que en este caso no suele ser su deseo, sino producto de un fracaso de las habilidades de frenarse adecuadamente).
- Tímidos: suelen tener la idea subyacente de que los demás están juzgándolos negativamente y pendientes de sus errores. Es frecuente que tengan una imagen devaluada de su valor y el pensamiento de que los demás son mejores, más seguros, más interesantes, aunque esa idea no tenga ningún refrendo objetivo. En sentido estricto, sus ideas preconcebidas sobre su poco valor implican un autoboicoteo que suele confirmar su escasa aceptación por parte de los demás.
Cómo controlarlo
En cuanto a si este tipo de impulsos se puede controlar o no, la experta explica que “en todos los casos se trata de tendencias automatizadas”. Según esto, “sólo se controlan cuando el sujeto se hace consciente de que actúa de esa manera y que se trata de un patrón comunicativo erróneo y contraproducente para su acercamiento a otros sujetos, con lo que ello conlleva de aislamiento y sufrimiento emocional”.
Por tanto, si la persona quiere cambiar debe ser consciente de lo que hace. Solo así “pueden llegar a realizar cambios”.
La forma de hacerlo dependerá “del arraigo y de la rigidez de esa forma de comportarse”, indica. Así, añade, “si la persona es capaz de darse cuenta de una tendencia que es incómoda y descortés socialmente, puede hacer ella misma el esfuerzo de frenar esa molesta tendencia. Los pequeños avances que logra y la respuesta positiva de su entorno ayudarán a lograr avances suficientes”.
Si esa tendencia está más arraigada y obedece a algunos de los perfiles apuntados, “puede ser necesaria una intervención profesional”. Como menciona, “existen programas dedicados específicamente a la mejora de las habilidades sociales y las destrezas comunicativas”.
Se trata de “intervenciones basadas principalmente en modelos cognitivo-conductuales y suelen realizarse en sesiones grupales, al menos en parte”. La eficacia de las mismas “está demostrada”. Posiblemente, “un resultado más profundo y colateral será una mejora de su flexibilidad en los mecanismos de adaptación social y en general de su forma de ser. Y es que la forma en la que nos comunicamos expresa cómo somos, pero a la vez nos puede ayudar a modificar mecanismos disfuncionales de nuestra manera de adaptarnos al mundo y de convivir con nosotros mismos, es decir, la personalidad”.
Cómo decirle a una persona que interrumpe
Si nos molesta que la misma persona interrumpa siempre la conversación podemos decírselo si hay cierta confianza. En opinión de la psiquiatra, “es bueno cuando hay cierta confianza señalar qué formas de comunicación molestan o dañan al receptor aunque es cierto que puede ser más cómodo callarse, algo que no es útil a largo plazo”.
En el caso que queramos hacerlo ¿cómo? Según la experta, “la forma de hacerlo debe ser cordial y no excesivamente descalificadora, usando, por ejemplo un “perdona, pero pierdo la idea que quiero transmitir cuando me interrumpes o un puedes darme oportunidad de terminar para que entiendas lo que quiero decir”. Estos “son comentarios tranquilos que con asertividad ponen de manifiesto una mala costumbre y cómo nos daña”. Hay que entender que si la persona que interrumpe es amiga o nos importa puede ser “un regalo que le hacemos el ser sinceros con lo que nos molesta de su falta de habilidad comunicativa”.
¿Alejarse o no?
Aunque puede ser incómodo y puede molestarnos, si la persona que interrumpe constantemente forma parte de nuestro círculo social, lo mejor es no alejarse. “En principio no es preciso tomar una medida tan drástica, salvo que sean personas que no nos importan o no nos aportan algo relevante a nuestra vida”, explica.
“Si pueden ser contactos humanos que queremos cultivar, es mejor intentar provocar cambios favorables en esa costumbre tan incómoda. Sólo cuando se haya puesto de manifiesto que esa persona no está interesada en cambiar y aprender a escuchar con mínimo interés, deberemos plantearnos que es una batalla perdida o que no merece seguir consumiendo nuestro interés, paciencia y bienestar”. En ese momento, recomienda, “será el momento de cultivar oídos y cerebros más abiertos y receptivos”.