El cerebro en los fanáticos del fútbol

Excitement

Excited football fan with beer and ball screaming in front of tv set

El cerebro del aficionado al fútbol se ‘enciende’ cuando su equipo marca un gol, y lo hace de forma más pronunciada si es frente a un rival histórico. Estos patrones de activación cerebral desvelan sentimientos de pertenencia a un grupo e identidad social, pero en ocasiones también pueden ser una señal de alerta de actitudes violentas.

Aficionado inglés al fútbol
  1. María Sánchez-Monge

Los aficionados al fútbol son una mina para la ciencia, que en los últimos años ha analizado su comportamiento desde todas las perspectivas; sobre todo, desde el punto de vista psicológico. El interés también se centra en cómo se activa su cerebro. Gracias a las técnicas de neuroimagen, se puede analizar en tiempo real la actividad cerebral de los hinchas mientras asisten a un partido crucial de su equipo y ver cómo se encienden regiones distintas cuando gana y en el momento de la derrota. Y lo que se aprecia en muchas ocasiones es una auténtica explosión, acorde con los sentimientos de euforia, decepción o alerta máxima que están experimentando.

Pero no todo son buenos sentimientos. Un estudio ha desvelado la activación de ciertos circuitos cerebrales que desencadenan emociones y comportamientos tanto positivos como negativos. En realidad, estas actitudes no se circunscriben al mundo del fútbol y los resultados de esta investigación proporcionan un modelo válido para estudiar aspectos como la identidad social o cómo se procesan las emociones en situaciones caracterizadas por una alta competitividad.

Sentido de pertenencia ‘versus’ inclinación a la violencia

Los investigadores que llevaron a cabo este estudio, que se acaba de publicar en la revista Radiology, utilizaron la técnica de imagen cerebral denominada resonancia magnética funcional, que mide la actividad cerebral mediante la detección de cambios en el flujo sanguíneo. Con este método examinaron a 60 hombres aficionados al fútbol de entre 20 y 45 años de edad que seguían a dos equipos que eran rivales históricos. El grado de afición de cada uno de ellos se cuantificó con la Escala de Fanatismo de los Aficionados al Fútbol, que consta de 13 ítems y evalúa dos subdimensiones: sentido de pertenencia e inclinación a la violencia.

El análisis se llevó a cabo mientras los participantes -que habían sido previamente clasificados como aficionados, fans o fanáticos en función de cómo vivían el fútbol– veían partidos en los que su equipo jugaba contra el equipo rival o contra otros equipos que les resultaban más indiferentes. 

Hinchas de fútbol

Como cabría esperar, la activación de las regiones cerebrales relacionadas con la gratificación (sistema de recompensa) era muy superior cuando el equipo del aficionado marcaba un gol contra su rival histórico, lo que sugiere un fortalecimiento de los lazos sociales y de la identidad social del grupo. Y este efecto era más pronunciado en los hombres considerados altamente fanáticos.

En cambio, cuando el rival anotaba, el área cerebral responsable del control cognitivo -el córtex cingulado anterior dorsal- mostraba una supresión paradójica, es decir, una disminución del autocontrol justo cuando más falta hace. Y es en estos momentos cuando puede surgir la inclinación a la violencia.

Los autores del estudio señalan que este patrón de activación cerebral no se limita al fútbol, sino que también puede servir para explicar reacciones extremas en la política o cuando surgen conflictos sociales, en los que la identidad de grupo anula, en mayor o menor medida, la capacidad de autorregulación.

Los resultados de esta nueva investigación concuerdan con los obtenidos previamente. Por ejemplo, un estudio presentado hace dos años en la reunión anual de la Sociedad Radiológica de Norteamérica (RSNA) mostró que, cuando gana el equipo de un aficionado al fútbol, se activa en su cerebro el sistema de recompensa cerebral, mientras que si pierde se suele activar una red neuronal que lleva al hincha a un estado de introspección. Esto puede mitigar, al menos en parte, los sentimientos negativos por la derrota. Sin embargo, en estos casos también se observa una inhibición de redes neuronales de control cognitivo, lo que hace que aumente la probabilidad de conductas disruptivas o violentas.