Miradas sobre la gordofobia
«The Whale», la película que enciende el debate sobre la salud, el cuerpo y la gordofobia(Por Ana Clara Pérez Cotten)
“The Whale”, la película que llevó al actor Brendan Fraser a ser el gran favorito para ganar el Oscar y que se convirtió en la más vendida en la historia de Amazon, motiva un debate sobre la depresión y la obesidad del personaje que, según la lectura de activistas gordos y nutricionistas, estigmatiza aún más a los gordos y refuerza los estereotipos que, durante años, marcaron a distintas generaciones.
Estrenada hace pocos días en los cines de Argentina, “The Whale”, del director Darren Aronofsky, es una adaptación de la obra de teatro de Samuel D. Hunter, y una suerte de referencia al libro «Moby Dick».
Charlie, interpretado por Fraser, es un obeso mórbido que jadea y que solo puede caminar con la ayuda de un andador. Incapaz de vincularse con el exterior, depende del delivery y de una atenta enfermera, Hong Chau, que lo reta por disculparse constantemente con ella.
Charlie, el personaje que a Fraser le valió una ovación de 6 minutos en el Festival de Venecia, es un profesor de literatura gay y da clases on line pero siempre con la cámara apagada, un recurso que le permite ocultarse de sus alumnos. Su tristeza profunda, que nació tras abandonar a su esposa y a su hija luego de enamorarse de un alumno cuando era profesor en una escuela para adultos, se extiende tanto como su cuerpo y generó debates y repercusiones en Estados Unidos, donde la obesidad de 40% de los adultos en Estados Unidos y 18,5% de los menores.
Pero en el diálogo entre lo corporal, lo compulsivo y la transformación de un cuerpo -una narrativa sostenida en la obra de Aronofsky, quien estuvo nominado al Oscar por «Cisne negro» y fue artífice de “El luchador” sobre el cuerpo de Mickey Rourke- la película abre el debate sobre la gordofobia imperante en la sociedad y sobre nuevas formas de abordar la gordura, lejos de la patologización y la retórica de la enfermedad.
“Si había algo que no necesitábamos en 2023 es una película tan gordofóbica y estereotipante como ‘The Whale’. Un profesor de literatura que pesa 257 kg, consumido por la depresión y la soledad, intenta reestablecer un vínculo con su hija. Le quedan pocos días de vida a causa de una enfermedad cardiovascular causada, obviamente, por su obesidad”, escribió Agus Cabaleiro, activista feminista y del movimiento Body positive que busca empoderar a personas gordas y cuestionar las maneras en que la sociedad combate y observa el cuerpo humano. En el artículo, publicado en la revista OhLalá y que abrió el debate sobre la película en nuestro país, sostiene que el film “refuerza todos los estereotipos de lo que la sociedad piensa que es ser gordo”. “Hay una narrativa generalizada que ‘The Whale’ toma para la trama, que es este supuesto círculo vicioso de los gordos odiándose por ser gordos, que porque se odian no se cuidan, que porque no se cuidan son gordos y, como son gordos, se hunden más en la depresión”, analiza sobre las asociaciones que desde su mirada establece ‘The Whale’.
Más allá de los debates que la película generó entre militantes feministas y de la diversidad corporal, el tema figura en la agenda pública desde la sanción de la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI), en 2006, cuando se comenzó a hablar de la necesidad de pensar las corporalidades como un asunto de restitución de derechos.
El «Cuadernillo de sensibilización sobre la temática de diversidad corporal gorda», disponible en el cuadernillo número 2 y editado por el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires, le da en sus 42 páginas un marco institucional al debate y a cómo activar esa restitución de derechos. “La discriminación corporal es algo habitual en nuestra sociedad y cultura que debemos trabajar para generar espacios menos violentos y expulsivos para las personas. Las políticas de acceso de derecho implican dar lugar a la diferencia y el acceso democrático a los servicios de salud. El cuerpo es una construcción social donde nuestra identidad se construye con otras personas”, sostiene el texto.
El cuadernillo define la gordofobia como “un fenómeno social y cultural que se refiere al odio, rechazo y violencia que sufren las personas por el hecho de ser gordas, sostenido sobre la base de una serie de prejuicios que señalan los hábitos, costumbres y modos de vida de las personas gordas, pues se considera socialmente que las personas engordan por falta de voluntad o ignorancia sobre el autocuidado y la gestión adecuada de su cuerpo para que éste sea delgado”. Entonces con base en estos prejuicios, las personas que cuentan con cuerpos fuera de la norma de la delgadez, son señaladas constantemente como forma de castigo y de rechazo sistemático.
Laura Contrera, profesora de Filosofía, abogada por la Universidad de La Matanza y doctoranda en Estudios de Género por la Universidad de Buenos Aires, trabaja desde hace años en el tema. Al ser consultada por Télam, contó que eligió no ver ‘The Whale’: “No vi la peli porque me parece un poco gatillar el tema. Y necesito estar con más ánimo para verla”. La explicación de Contrera tiene que ver con el autocuidado: “Soy militante feminista y LGBT desde hace muchísimos años y activista gorda desde 2011 pero la verdad es que también aprendí a preservarme y a ejercer cierto autocuidado con los contenidos que consumo. Aprendí a preservarme y a cuidarme, no tengo que opinar de todo. ¿En qué momento lo consumo? ¿En qué términos? ¿Tengo ganas?”. Advierte que tener las herramientas teóricas y políticas del activismo y la investigación no hacen que el impacto emocional desaparezca. “Entonces, aprendí a darme el lugar para formarme una opinión. Es una suerte de auto pedagogía que es muy importante ir generando para garantizar el cuidado. A veces, los activistas nos sobre exigimos como si el activismo fuera un escudo que nos protegiera contra el malestar”, cuenta sobre su elección.
Jesica Lavia es licenciada en Nutrición y autora de “Pese lo que pese. Contra la hegemonía del cuerpo ideal”, un libro editado por Penguin el año pasado, en el que analiza una sociedad marcada por la cultura de dietas y una ola cada vez más grande de gordofobia. Lavia intenta desarmar ese círculo que la película alimenta entre depresión y obesidad: “Es muy importante cuando pensamos en el peso y la composición corporal no caer en la asociación directa entre que determinada situación o enfermedad lleva a otra condición. Algunas personas con depresión tienen tendencia a subir de peso y otras, a bajar de peso. Entonces estas asociaciones son erráticas. Y además, el vínculo lineal entre la obesidad y la depresión olvida la genética, el entorno sociocultural, sus recursos económicos y el resto de su estado de salud”.
Lavia explica que los nuevos paradigmas en salud se replantean la idea de la gordura como una enfermedad porque aquel es un planteo a partir del normopeso. “Esos cálculos tan matemáticos pierden la visión integral de la salud: qué pasa socioculturalmente, qué pasa con la historia de esta persona. No todos los cuerpos son iguales y además, no todos los cuerpos flacos son saludables: pueden estar sometidos a dietas extremas o atravesar todo tipo de trastornos. Asociar gordura con enfermedad, además, genera estigmatización y discriminación. Si buscamos habitarnos de la diversidad es importante preguntarnos qué nos pasa con la gordura, por qué es un tema tabú, qué pasa con los estereotipos de belleza y desde donde pensamos la salud. Muchas veces el estigma y la discriminación enferman mucho más que algún kilo de grasa”, reflexiona y aunque coincide en que la gordura es un factor de riesgo para enfermedades no transmisibles, cree que hay que abandonar la mirada simplificadora de que el cuerpo flaco es el cuerpo saludable.
La filósofa y activista Lux Moreno, autora del libro “Gorda traidora”, explica que el objetivo del activismo gordo es pelear por la despatologización de la gordura. “En ‘The Whale’ el protagonista, que padece una obesidad de tipo 3 o 4, es asociado a cuestiones que muchas veces la sociedad piensa que personas con ese peso deberían sentir: depresión, tendencias suicidas. Esto es algo que circula en revistas de salud y de moda desde hace décadas. Ahora, desde el Ministerio de Salud, se trabaja como `problema de salud´ y no como una enfermedad más. El riesgo de no hacer esta distinción es seguir abonando discursos de odio que estigmatizan a las personas por su corporalidad, La gordura es el gran tabú social al que no hay que llegar y si uno llega es un indicador”, considera. Además, en línea con lo que Cabaleiro sostuvo en el texto que abrió la polémica, explica que la ficción -en vez de reproducir los modelos instalados y trillados- debería asumir el desafío de imaginar otros escenarios sobre la gordura. Entonces, Moreno contrapone el ejemplo de “Gorda”, una serie producida por Untref y dirigida por Tamy Hochman, Bárbara Cerro y Sol Rietti, que a través de la historia de su protagonista ayudó a pensar en la posibilidad de habilitar el cuerpo gordo como un cuerpo deseable. Los gordos se ocupan de su corporalidad y pueden ser deseados”.
Más allá de las denominaciones y las simplificaciones, el debate recuerda hasta qué punto cuando la ficción refleja -pero también imagina otras realidades- es cuando más expande su capacidad de, efectivamente, iluminar un tema y operar un cambio.
Fuente: Télam