Todos nos hemos reído alguna vez de forma descontrolada cuando alguien ha tratado de hacernos cosquillas. Sin embargo, poco conocemos acerca de este fenómeno que no solo experimenta el ser humano, también se ha documentado en ratas, perros o primates.

Una pluma que roza la planta de un pie. Sabemos que esta sencilla imagen que en este instante proyectamos en nuestra mente tiene sonido, y no es otro que el de la risa. Sabemos que son las cosquillas las culpables de estas carcajadas involuntarias, de esa sensación que fluctúa entre el placer y el rechazo. Pero, ¿qué sabemos de las cosquillas? ¿Qué las provoca? ¿Por qué nos causa risa? 

Un grupo de investigación del departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada (UGR) trató de dar respuesta a todas las incógnitas que rodean a este fenómeno. Emilio Gómez Milán, responsable de la investigación y miembro de este departamento, explica que las cosquillas tienen un origen filogenético, siendo un tipo de placer generado por contacto físico si se produce una falsa alarma.

“Ocurre en todos los mamíferos. Se ha documentado en ratas, perros o primates. En el ser humano, las cosquillas están vinculadas a la mente darwiniana, esto es a las disposiciones físicas y psicológicas innatas”, detalla el experto, quien añade que, en el caso de las personas, esta sensación adquiere más propiedades cognitivas, “hasta el punto que provoca más risa amenazar de cosquillas (tener la expectativa de recibirlas) que las propias cosquillas físicas”. 

Gómez detalla que son varios los componentes que activan este fenómeno. Uno de ellos es la falsa alarma, es decir, detectamos un peligro que en realidad no existe. Además, participan la dominación (el poder) y el erotismo (la atracción sexual). De esta forma, en los niños es más frecuente la dominación o el juego para aprender a defender las partes vulnerables del cuerpo. En concreto, el mapa de las cosquillas en estos casos se localiza en zonas vulnerables a la depredación, como el cuello, las axilas o las costillas. “En esta situación de juego de lucha, el adulto puede hacer cosquillas al niño, pero no a la inversa, lo que implica roles de dominante y dominado, así como una percepción de vulnerabilidad, pero también de confianza, en la que se ríe. Un extraño nos asusta, no puede hacernos cosquillas”, expresa el profesor de la UGR.

Por su parte, en la etapa de la adolescencia domina el componente erótico o de atracción. Existe el fetichismo del pie, su planta es muy sensible a las cosquillas y estimularla, según la investigación, puede producir excitación genital. En la edad adulta, en cambio, disminuyen las cosquillas, “pues se juega menos y hay menos relaciones de dominancia física simulada”, afirma el experto. 

En cuanto a los tipos de cosquillas, hay que diferenciar dos: knismesis y gargalesisFrancisco Bosch Morell, profesor de Fisiología y director del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, expone que la primera, presente en todos los animales, “está producida por estímulos suaves de picor, irritación u hormigueo que el cuerpo asocia a una amenaza (por ejemplo, un insecto), por lo que no produce risa”. La gargalesis, sin embargo, es más propia de los primates. Para activarla, son necesarios estímulos en zonas delicadas y vulnerables del cuerpo, como la planta de los pies, el cuello, las costillas o las axilas. “En niveles suaves genera sensaciones agradables, incluso risa, mientras que en niveles altos puede ser desagradable, llegando incluso al dolor”, manifiesta Bosch. 

¿Por qué nos reímos cuando nos hacen cosquillas?

Al igual que el bostezo, todavía no ha quedado claro por qué las cosquillas nos provocan risas. Existen diversas teorías, como la ya mencionada falsa alarma, que es cuando la risa se produce ante un peligro que, finalmente, resulta no serlo. “Es el modo de liberar tensión acumulada. En la fase inicial se activa la amígdala cerebral dando una alerta, que luego se apaga a través de la activación del cortex cingulado anterior (una zona del cerebro), que, además, se vincula con la empatía”, aclara Gómez. 

La risa también se explica por alivio descarga de tensión. Según el especialista, es un mecanismo similar al del orgasmo. El peligro en las cosquillas es la sensación de un insecto en la piel o la amenaza de dominación en el juego. 

Sin embargo, si nosotros mismos nos hacemos cosquillas, estas no nos causan risa. ¿Por qué? La clave reside en que la expectativa de la acción y sus consecuencias (el cosquilleo) son idénticas, de manera que el sistema motor sabe que soy yo mismo y retira la atención. Como consecuencia, disminuirá también la sensación. “Cuando las cosquillas me las hace otro, no puedo predecir el cosquilleo y, por lo tanto, se da la alerta, activo mi atención, veo que es una falsa alarma y me río”, comenta el psicólogo. 

Eso sí, aunque nosotros no nos podemos hacer cosquillas, en cierto tipo de personas que sufren esquizofrenia con síntomas positivos (sobre todo delirios de pasividad), este mecanismo está dañado. De este modo, atribuyen la acción y sus consecuencias, no a sí mismos, sino al mundo externo o a la acción de una tercera persona. Así, pueden reírse de sus propias cosquillas o pensar que alguien les inserta o roba los pensamientos

¿Disminuyen las cosquillas con el paso del tiempo?

Con la edad, los efectos de las cosquillas se reducen. Tal y como detalla Gómez, se trata de un juego y los adultos juegan poco. Cuando lo hacen, es de un modo organizado (el tenis es un ejemplo). “No simulan una lucha de contacto físico para encontrar puntos vulnerables con intención cooperativa. En el campo de la atracción sexual, sus modos de relacionarse o seducir son menos físicos, a diferencia de los adolescentes. No solo son factores culturales”, agrega el experto, quien comenta que, por otra parte, el control de las cosquillas mejora con la edad y la repetición.

Fuente: https://cuidateplus.marca.com/bienestar/2022/04/24/reimos-cosquillas-179734.html