Estar ocupados siempre

El síndrome de la vida ocupada afecta a casi todas las personas en algún momento. Es la sensación de no poder parar de hacer cosas, con las consecuencias negativas que conlleva. Una psicóloga explica por qué se produce y cómo evitarlo.

¿No sabes decir no? ¿Eres incapaz de disfrutar del tiempo sin hacer nada? ¿Tienes unos niveles de autoexigencia demasiado elevados? ¿Padeces estrés casi todo el tiempo? Si has contestado afirmativamente a alguna de estas preguntas, probablemente padeces lo que se conoce como síndrome de la vida ocupada, que no está tipificado en los manuales de psiquiatría y psicología, pero es una realidad que experimentan diariamente muchas personas.
La expresión fue acuñada por un equipo de la compañía CPS Research de Glasgow (Reino Unido), cuya investigación partió de la constatación de que cada vez son más las personas que experimentan problemas de memoria como resultado del frenético ritmo de vida actual y la sobrecarga de información. El objetivo último de sus trabajos era comprobar si un medicamento utilizado para tratar la enfermedad de Alzheimer, la memantina, también podría ser útil frente a lo que puede denominarse deterioro cognitivo subjetivo.
Con pérdida de memoria o sin ella, el síndrome de la vida ocupada se ha instalado en la cultura popular como la denominación extraoficial de la necesidad de mantenerse constantemente ocupado.
Beneficios de una vida rica en experiencias
El verdadero problema es la sobrecarga, ya que no se puede afirmar que hacer muchas cosas sea algo nocivo; todo lo contrario. Al igual que el resto de animales, los seres humanos necesitamos un entorno enriquecido para desarrollarnos plenamente. Tener buenos vínculos sociales, experiencias estimulantes, sentirnos útiles… todo ello contribuye al bienestar personal.
En experimentos con ratas de laboratorio se ha podido comprobar que aquellas que se desarrollan en entornos con pocos o ningún estímulo desarrollan diversos problemas que pueden extrapolarse a lo que ocurre en las sociedades humanas. Por eso, entre las recomendaciones más habituales para prevenir el Alzheimer se encuentra el fomento de las relaciones sociales.
Es más, el aislamiento sensorial y social es una de las peores torturas que puede experimentar una persona, incluso más nociva que infligir dolor físico. Bien lo sabían los impulsores del programa MKultra de la CIA en Estados Unidos, que desarrollaron diversos programas orientados a la modificación de la conducta. Entre otras, emplearon técnicas de condicionamiento que partían de la privación sensorial para posteriormente administrar a las víctimas de estos experimentos las instrucciones que debían interiorizar en su mente.
Queda claro que necesitamos llenar nuestra vida de relaciones y experiencias positivas, pero, ¿eso significa que no podamos parar de hacer cosas? Y lo que es peor, ¿por qué nos sentimos mal cuando no hacemos nada?

Motivos por los que no podemos parar de hacer cosas
Las circunstancias personales de cada uno influyen en la tendencia a mantenerse constantemente ocupado en mayor o menor medida. Pero también hay razones sociales y culturales que nos llevan a sentir que nunca hay tiempo suficiente para todo y tenemos que estar siempre haciendo algo.
Silvia Herrero Roldán, vicedecana de Psicología en UNIE Universidad, explica que el síndrome de la vida ocupada “es un fenómeno relativamente reciente que tiene su origen en el estilo de vida actual caracterizado por la necesidad de dar respuesta a la multitud de compromisos laborales, personales y sociales que surgen en el día a día”.
Para ella, la sociedad actual nos “obliga” a ser cada vez más autoexigentes y a “fijarnos metas y objetivos quizás poco realistas que se han de alcanzar para poder llegar a sentirnos realmente productivos”.
La sobrecarga de tareas y la necesidad constante de estar ocupados deterioran nuestra capacidad de concentración y memoria, provocando olvidos frecuentes y dificultades para mantener la atención, como corroboraron los científicos de Glasgow. Desde una perspectiva psicológica, la experta señala que muchas personas utilizan la ocupación constante como “un mecanismo de defensa para evitar problemas personales o sentimientos incómodos”, lo que puede llevar a un agotamiento físico y mental a largo plazo.
Las sociedades modernas valoran altamente la productividad y el éxito. Desde una edad temprana, se nos enseña que ser productivo es sinónimo de ser valioso. Y este condicionamiento social “refuerza la idea de que debemos estar siempre ocupados para ser aceptados y respetados”.
Consejos para superar el síndrome de la vida ocupada
La psicóloga de UNIE Universidad ofrece tres recomendaciones esenciales para escapar de la necesidad de estar siempre haciendo algo y poder disfrutar, aunque sea de vez en cuando, del placer de no hacer nada sin ningún sentimiento de culpa.
Aprende a gestionar tu tiempo
Una de las mejores maneras de gestionar el tiempo de forma eficaz es priorizar las tareas en función de su importancia y urgencia. También es conveniente descansar cada cierto tiempo e, incluso, programar pausas, especialmente en el entorno laboral.
Practica técnicas de bienestar y relajación
La meditación y la atención plena (mindfulness), así como los ejercicios de respiración profunda o practicar yoga pueden contribuir a descargar la tensión que generan las múltiples tareas a las que hay que prestar atención a lo largo del día.
Establece límites
Por último, es crucial ponerse límites tanto en el trabajo como en la vida personal. En función de la situación laboral e individual, es conveniente establecer medidas de contención que sean realmente eficaces. Por ejemplo, apagar las notificaciones del trabajo una vez que haya concluido la jornada laboral. En el tiempo libre o de ocio también es muy saludable reservar espacios sin compromisos familiares o de amigos y dedicarlos a aficiones personales o a no hacer absolutamente nada.
Fuente: cuidateplus