Hay fallos en la memoria que, de forma puntual, no deben preocuparnos. En realidad, más que la memoria, es la atención la que ocupa un papel clave en estos descuidos, además del contexto en el que se producen los mismos.

Se lo debemos todo. Por ella decidimos, actuamos, recordamos, somos. La memoria es ese perfecto engranaje que pone en marcha la rueda de nuestra vida, nuestro disco duro particular que no hace otra cosa que almacenar datos y datos, los responsables en parte de nuestra conducta y carácter. Por eso, dado su incalculable valor, a veces podemos preocuparnos ante la pérdida de información que la caja de nuestros recuerdos no ha registrado. Y no es que se haya resquebrajado o sufrido alguna pequeña grieta, sino que se tratan de fallos de la memoria normales que todos tenemos de vez en cuando. Eso sí, distinguirlos es importante para diferenciarlos de otros síntomas que revelen problemas más graves, como Alzheimer o demencia

En este punto, olvidar nombres de personas o el lugar donde hemos dejado las llaves son ejemplos de errores de la memoria leves que no implican sufrir una patología. “Como en otras muchas funciones conductuales o mentales, algunos olvidos poco frecuentes y de situaciones no muy familiares son normales”, afirma José María Delgado García, fundador de la División de Neurociencias en la Universidad Pablo de Olavide. 

El experto aclara que para valorar el fallo en cuestión es fundamental conocer el contexto en el que se produce. Así, “no es lo mismo olvidar de repente el nombre de una persona poco conocida o familiar que el de alguien próximo a nosotros”, ejemplifica. Para comprenderlo mejor, Delgado también ilustra estos descuidos con la comida, pues no es lo mismo olvidar uno de los pasos de alguna receta a la que nos estamos enfrentando por primera vez que hacerlo con un plato que ya hemos cocinado en muchas ocasiones.

Por su parte, Teresa Moreno, neuróloga y portavoz de la Sociedad Española de Neurología (SEN), explica que “tanto clínicamente como en test neuropsicológicos, se pueden observar cambios relacionados con la edad en las funciones de la memoria. De hecho, se ha utilizado históricamente, aunque cada vez menos, el término de ‘olvido senescente benigno’”. Este concepto implica que tales cambios son parte del envejecimiento normal y que no están asociados con una enfermedad del sistema nervioso central.

Asimismo, la especialista detalla que se ha demostrado que, en términos de rendimiento cognitivo, los adultos mayores sanos pueden describir dificultades para asimilar nueva información, aunque en realidad el problema radica en la cantidad de la misma que un individuo puede aprender en un periodo de tiempo determinado en comparación con personas de menos edad. 

No obstante, la gente joven también tiene este tipo de fallos de memoria, ¿a qué se deben? Más allá de que los olvidos momentáneos aumentan con los años, hay otros factores que pueden propiciarlos. “Depende del grado de atención, del cansancio o fatiga mental, del número de tareas que estamos realizando simultáneamente, etc.”, comenta Delgado. 

El papel de la atención  

No es la memoria, sino la atención la causante de estos olvidos pasajeros en numerosas ocasiones. Al respecto, Moreno manifiesta que las habilidades de atención y memoria están estrechamente relacionadas. Según la neuróloga, “el hecho de que podamos aprender y recordar algo depende en parte de nuestra capacidad para concentrarnos en la información en ese momento. Muchas veces no es que no recordemos algo, simplemente no lo habíamos registrado”. La especialista añade que nuestra capacidad para centrarnos en recuperar esa información posteriormente es otro factor a tener en cuenta. 

Tal y como expresa Delgado, la atención “es primordial tanto para la rememoración (traer una información almacenada en nuestro cerebro a nuestra consciencia), como para el reconocimiento (detectar algo o alguien como conocido o sabido)”. Sin embargo, insiste en que en todos los aspectos relacionados con la memoria intervienen otras funciones cerebrales como la motivación, el estado emocional, los factores ambientales, etc. 

Qué es la memoria de trabajo 

De la atención depende en buena medida lo que se conoce como memoria de trabajo. “Es la parte de la memoria a corto plazo que permite que nuestro cerebro retenga información durante un breve periodo de tiempo mientras se hace otra cosa”, define Moreno, quien detalla que los datos que recoge la memoria de trabajo es temporal, aunque a veces se pueden reemplazar en la memoria a largo plazo. 

Tomar notas en clase, seguir instrucciones de varios pasos o recordar un argumento persuasivo mientras otra persona termina de hablar son algunos ejemplos que pertenecen a este campo de la memoria. Delgado añade que, aunque este necesita de la atención, también requiere de otros elementos: de la buena definición de los estímulos sensoriales, cognitivos y emocionales relacionados con la tarea que se está realizando

“Hoy día se sabe que la memoria de trabajo depende de estructuras cerebrales definidas, como la corteza prefrontal medial o regiones específicas de las cortezas cerebrales temporal y parietal”, concreta el experto, quien declara que, como en cualquier otra actividad humana, ya sea jugar al fútbol, redactar un texto o recitar un poema, intervienen muchas condiciones para que se realice sin fallos ni olvidos o presente algunas deficiencias. 

Tener una palabra “en la punta de la lengua”

“Se me ha quedado en la punta de la lengua”. Esa frustración de querer decir algo y no poder porque no nos acordamos es un fenómeno muy frecuente. En lugar de dar con la palabra que buscamos, se nos vienen a la mente otros términos que suenan o se escriben de forma parecida. ¿Por qué nos ocurre exactamente? 

“Desde el punto de vista psicológico, es más fácil el mecanismo del reconocimiento que el de la rememoración. Distinto es que sepamos de forma categórica el por qué de esta discrepancia funcional en el procesamiento de ambos tipos de memoria”, expresa Delgado. El especialista señala que, de todas formas, parece evidente que leer u oír una palabra supone una ayuda considerable para su comprensión mental, mientras que tratar de encontrar mediante nuestra actividad cognitiva qué término es el más ajustado para definir algo en lo que estamos pensando es más complicado. 

Las memorias relacionadas con tareas motoras (manipulativas), continúa, se suelen hacer con mayor facilidad que las puramente cognitivas. “Pensemos en la relativa facilidad que tenemos en encontrar las teclas de un ordenador sin mirarlas cuando escribimos un texto (gracias al entrenamiento) y en lo complejo que resulta que alguien nos pregunte qué letras se ubican en la tercera fila del teclado”, destaca el neurocientífico. 

Por otro lado, Moreno considera que encontrar una palabra que en ese momento no se viene a la mente está más relacionado con el circuito del lenguaje que con el de la memoria. La portavoz de la SEN declara que se sabe que las neuronas que trabajan en este ámbito son de las más vulnerables del cerebro, pudiendo fallar incluso entre la gente joven y sin que ello suponga el padecimiento de alguna enfermedad. “Por supuesto, en el momento en que este síntoma fuera a más, sería necesario una exploración en profundidad y, a lo mejor, alguna prueba complementaria”, concluye. 

Fuente: https://cuidateplus.marca.com/bienestar/2022/04/06/despistes-sufro-problemas-memoria-179684.html