Dieta y ejercicio son la base para adelgazar pero en ocasiones también influyen otros factores como las hormonas. Una de ellas, la relacionada con el estrés, puede hacer que tus esfuerzos para adelgazar no sirvan de mucho, pero también puede ser el indicador de trastornos más graves.

Muchas personas que quieren perder peso deciden ponerse a dieta y hacer ejercicio pero a pesar de los esfuerzos siguen sin conseguir sus objetivos. Las razones de que esto ocurra son muchas. Puede que la falta de planificación o el hecho de no ponerse en manos de especialistas sean algunas de ellas (el 61,3% de las personas que hacen dieta no la hacen asesorados por profesionales), pero no siempre es así. De hecho, en ocasiones, el problema va más allá de la fuerza de voluntad llegando a estar relacionado con causas hormonales que, en algunos casos, se pueden llegar a controlar. 

Un ejemplo de ello es el cortisol, conocida como la hormona del estrés. El cortisol es una hormona fundamental para la vida pero que en niveles muy elevados puede hacer que comas de más y que, por tanto, aumentes de peso. Como explica a CuídatePlus Maria del Mar Malagón, presidenta electa de Seedo (Sociedad Española de Obesidad) y subdirectora científica del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic) y catedrática de la Universidad de Córdoba, “el cortisol es una de las hormonas esteroideas producida por las glándulas adrenales, concretamente en una región de las mismas, la corteza adrenal.

Es un “glucocorticoide que, cuando se libera al torrente circulatorio, puede actuar sobre prácticamente todo el organismo permitiendo, entre otras funciones, que el cuerpo responda al estrés o al peligro, controlar la presión arterial, el equilibrio de electrolitos y agua, regular el metabolismo, el crecimiento, el sistema inmune y la inflamación”. 

Esta hormona, añade María Rosa Villar Vicente, facultativa de la Sección de Endocrinología del Hospital Universitario de Fuenlabrada, en Madrid, “es imprescindible para la vida y la producen todos los humanos”. Tiene múltiples funciones, “mediando en el metabolismo de hidratos de carbono, proteínas y grasas, regulando el grosor de la piel y el metabolismo muscular y del tejido conectivo, actuando sobre el metabolismo de huesos y del calcio, y, favoreciendo la retención de sal y el control de la presión sanguínea”, por ejemplo. 

El cortisol, añade, “también posee efectos antiinflamatorios e inmunomoduladores y ejerce otras acciones en órganos como el ojo y el intestino. Además, también desempeña una importante función en la regulación del crecimiento, del desarrollo y de la función tiroidea”.

Pero no sólo tiene efectos a nivel físico, sino también neurológico. De hecho, “el cerebro también parece afectarse por los niveles de cortisol, relacionándose éste con situaciones de euforia, depresión, apatía e incluso psicosis y letargia”.

Cortisol, estrés y aumento de peso

Como indica Inmaculada Luengo, nutricionista especializada en tratamiento del sobrepeso, del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO),  la secreción de esta hormona ocurre como respuesta a un evento estresante y cuando la sangre tiene unos niveles bajos de glucocorticoides”. “Estímulos estresantes internos, como una bajada de azúcar, o externos, ladridos de un perro,”, indica Malagón, hacen que aumenten los niveles de esta hormona que, “junto con la adrenalina son parte de los responsables del sistema de respuesta al estrés del organismo”, apunta la experta.

Así, “ante una situación de peligro, y por tanto de estrés, saltan los sistemas de alerta y empezamos a secretar esta hormona haciendo que todos los sistemas de nuestro cuerpo que no son vitales se frenen”, explica Luengo. Esto hace que “el cuerpo empiece a almacenar energía en forma glucosa y de grasa«. ¿Por que? «Porque el cuerpo es sabio y entiende que no sabe cuándo podrá volver a recibir alimentos con normalidad, ya que, ante una situación de estrés o lucha, necesita almacenar por si acaso”. Se trata “de un sistema de alarma natural, que también se comunica con las regiones del cerebro que controlan el estado de ánimo, la motivación y el miedo”, detalla Malagón.

Respecto al peso, Villar Vicente explica que “el exceso de cortisol se caracteriza por un aumento fundamentalmente en la grasa visceral (interna), de predominio abdominal, y también provoca cambios sobre el músculo, que se traducen en cambios en el peso”. Por ello, añade, “cuando hay exceso de cortisol provocado por enfermedades o medicamentos, de una manera mantenida, se tiende a aumentar de peso, del mismo modo que en las enfermedades en que está deficitario el efecto es el de reducción del mismo”. 

Más estrés, más cortisol, más procesados

Pero no sólo esto. El cortisol también hace que las preferencias por los alimentos cambien. “El exceso de cortisol favorece la ingesta de alimento con elevada densidad energética, que junto con un estado de hiperinsulinemia contribuirían al establecimiento de obesidad, condición con un alto impacto en la salud pública mundial”, explican los autores del documento Estrés y cortisol: implicaciones en la ingesta de alimento.

Y esto es así porque “el cuerpo tiene tendencia a seleccionar alimentos más palatables ricos en grasa y azúcar para favorecer su sistema de almacenamiento de energía. Del mismo modo, también afecta a los niveles de saciedad ya que hace que tengas menor sensación de saciedad y que comas más cantidad de alimento”, señala Luengo.

Como resultado, “el cuerpo está en una situación ahorradora haciendo que se aumenten las reservas de grasa, especialmente en la zona del abdomen”, afirma la nutricionista.

¿Qué niveles son los óptimos? 

Los niveles óptimos de cortisol serían “los valores normales de una muestra de sangre tomada a las 8 de la mañana son de 5 a 25 mcg/dL (140 a 690 nmol/L)”, explica Villar Vicente, “siendo más elevados por la mañana y más bajos por la noche, lo que se conoce como “ritmo del cortisol” normal”. Los valores normales “dependen de la hora del día y de su contexto clínico, y pueden variar ligeramente entre diferentes laboratorios”

En ocasiones, “los horarios cambiantes de algunas profesiones (vigilantes, sanitarios, turnos rotatorios) en las que se duerme de día y se trabaja de noche, pueden ocasionar alteraciones en los niveles de cortisol en cada franja horaria, ocasionando niveles bajos por la mañana y altos por la noche, al contrario de lo que ocurre en condiciones normales”, destaca la experta del Hospital de Fuenlabrada. 

Los niveles altos de cortisol, como se ha comentado, pueden deberse a estímulos fisiológicos, derivados de circunstancias específicas de estrés, pero también a otros problemas más graves. De hecho, es importante señalar que cuando los niveles de cortisol se mantienen elevados durante mucho tiempo puede ser signo de una enfermedad denominada síndrome de Cushing

Los niveles de cortisol, explica Malagón, “son controlados continuamente en el cuerpo para mantener la cantidad necesaria de esta hormona. Cuando estos aumentan de manera no controlada y se mantienen niveles elevados de cortisol en sangre, se produce el denominado síndrome de Cushing. Esto puede producirse como resultado de la existencia de un tumor en la glándula adrenal o en la hipófisis, otra glándula del organismo que controla la actividad de la adrenal”. Este síndrome “también puede producirse en respuesta a la presencia de otros tumores neuroendocrinos o, incluso, por el consumo excesivo de corticosteroides para el tratamiento de otras enfermedades como por ejemplo el asma bronquial, la arteritis de Horton, la miastenia gravis o incluso para evitar el rechazo de los órganos trasplantados”.

Los síntomas de esta enfermedad dependen de lo elevados que sean los niveles de cortisol. “Normalmente los individuos con síndrome de Cushing experimentan un rápido aumento de peso como consecuencia de un aumento del tejido adiposo, que se acumula de forma característica en la cara y abdomen. De hecho, cada vez hay más pruebas que apuntan a una relación entre el aumento de la exposición a los glucocorticoides y el aumento de peso”.

Por otro lado, tener unos niveles bajos de cortisol “pueden deberse a un déficit de fabricación de hormonas en la hipófisis o en las suprarrenales”, apunta Villar Vicente. Algunas personas “presentan niveles de cortisol bajos como consecuencia de una insuficiencia adrenal, lo que provoca entre otros síntomas, como fatiga, pérdida de peso, hipotensión e hiperpigmentación de la piel, que, en conjunto, constituyen el síndrome de Addison”, indica Malagón. El hipocortisolismo “también puede producirse por fallos en la hipófisis”, añade.

Consejos para controlar los niveles

Si la elevación mantenida de los niveles sanguíneos de cortisol es debida a un tumor, «la opción es la intervención quirúrgica, aunque, si hay alguna contraindicación en este sentido, se pueden utilizar fármacos que reducen la producción o bloquean el efecto del cortisol. En el caso de que los niveles sanguíneos sean bajos, la terapia de sustitución de glucocorticoides es la opción terapéutica», informa Malagón.

Cuando no hay enfermedad que sea la causante de los niveles elevados de cortisol, su regulación “dependerá de la causa que motive el incremento de los niveles de cortisol”, apunta Malagón. Por ejemplo, “en las personas que soportan niveles elevados de estrés de manera continuada, la forma de reducir las concentraciones de cortisol va a estar relacionada con la resolución de ese estrés excesivo a través del método que se considere más indicado (el cambio en el lugar de trabajo, la terapia conductista o el uso de fármacos antiestrés), y en las personas con obesidad, en las que el cortisol también suele estar elevado, el control ponderal puede ayudar a normalizar sus valores”, explica la experta.

En opinión de Luengo, existen varios mecanismos para bajar los niveles de cortisol en sangre a nivel nutricional, psicológico, actividad física y tratamiento farmacológico:.

  • A nivel nutricional, “se recomienda tener un aporte adecuado en algunos nutrientes fundamentales como omega-3 y magnesio. El omega-3 es un ácido graso poliinsaturado esencial, el cual lo podemos encontrar en pescado azul (sardinas, anchoas, salmón), semillas de chía y frutos secos como las nueces. El magnesio lo encontramos en arroz integral, garbanzos, judías, guisantes y algunos frutos secos como avellanas y nueces. Sus ventajas aumentan cuando los consumen después de practicar algún ejercicio aeróbico como correr o nadar”, aconseja Luengo.
     
  • Para regular los niveles de azúcar en sangre, “también debemos tener en cuenta la fibra, la cual la encontramos en hidratos de carbono complejos como son arroz integral avena, trigo sarraceno, quinoa, legumbres acompañadas de grasas saludables y proteínas para reducir posibles picos de insulina”.
     
  • Es crucial trabajar situaciones en las que nuestro cuerpo esté relajado, por tanto, “evitar estimulantes como la cafeína o alcohol, bebidas excitantes o edulcorantes artificiales como el aspartamo”.
     
  • Otras medidas no dietéticas son “practicar deporte no intenso y priorizar el descanso y aprender a gestionar el estrés a nivel psicológico”.

Además de estos consejos, es importante mantener las relaciones sociales. De hecho, según un estudio realizado por investigadores de Illinois, “comunicarse con amigos reduce los niveles de la hormona del estrés a lo largo de la vida”.

Todo ello en su conjunto “evitan que los niveles de cortisol se disparen y mejoran nuestra calidad y esperanza de vida a largo plazo”, concluye la nutricionista.

Fuente: https://cuidateplus.marca.com/alimentacion/nutricion/2022/02/16/adelgazo-causa-179555.html